Libro Comunicación no violenta
Cuando nos concentramos en aclarar qué observamos, sentimos y necesitamos, en lugar de diagnosticar y juzgar, descubrimos la profundidad de nuestra propia compasión. Por medio de este énfasis en la escucha profunda—a nosotros mismos y a los demás— la Comunicación No Violenta promueve el respeto, la atención y la empatía, y engendra un deseo mutuo de dar desde el corazón.
Las dos partes de la Comunicación No Violenta:
- Expresión honesta
- Recepción empática
El proceso de la Comunicación No Violenta
El proceso de la Comunicación No Violenta consiste en cuatro componentes:
- Observación
- Sentimiento
- Necesidades
- Petición
Primero, observamos lo que de verdad está sucediendo en una situación: ¿qué observamos hacer o decir a otros que enriquece o no nuestra vida? El truco es ser capaz de articular dicha observación sin introducir ningún juicio ni evaluación, diciendo sencillamente qué están haciendo los demás que nos gusta o no nos gusta.
A continuación, declaramos cómo nos sentimos al observar esa acción: ¿nos sentimos heridos, asustados, alegres, divertidos, irritados?
Y en tercer lugar, decimos qué necesidades nuestras están relacionadas con los sentimientos que hemos identificado.
La conciencia de estos tres componentes está presente cuando usamos la CNV para expresar con claridad y honestidad cómo estamos.
Por ejemplo uso de estos 3 componentes con tu hijo adolescente diciendo:
“Félix, cuando veo dos calcetines sucios hechos una bola debajo de la mesita del café y otros tres cerca del televisor, me siento irritada porque necesito más orden en las habitaciones que compartimos”.
Ella seguiría inmediatamente con el cuarto componente, una petición muy específica: “¿ Estarías dispuesto a dejar tus calcetines en tu habitación o en la lavadora?”.
Este cuarto componente se refiere a lo que queremos de la otra persona, aquello que enriquecería la vida de ambos.
1. Observar sin evaluar
El primer componente de la CNV implica separar la observación de la evaluación. Necesitamos observar con claridad aquello que estamos viendo y escuchando y que afecta a nuestra sensación de bienestar sin mezclarlo con ninguna evaluación.
Cuando mezclamos la observación y la evaluación, los demás tienden a percibir crítica.
Lo que algunos llamamos vago otros lo llaman cansado o tranquilo, lo que algunos llamamos estúpido otros lo llaman saber divergente, así que he llegado a la conclusión, de que evitaremos toda confusión si no mezclamos lo que vemos con lo que es nuestra opinión.
El filósofo indio J. Krishnamurti señaló en una ocasión que observar sin evaluar es la forma más elevada de la inteligencia humana.
Las expresiones siempre, nunca, ninguna vez, siempre que, etc. expresan observaciones cuando se usan de las siguientes maneras: • Siempre que he visto a Jack hablar por teléfono, ha hablado durante al menos treinta minutos. • No recuerdo que me hayas escrito nunca.
A veces estas expresiones se usan como exageraciones, en cuyo caso se mezclan observaciones y evaluaciones: • Siempre estás ocupado. • Nunca está ahí cuando se la necesita.
La CNV es un lenguaje de proceso que desaconseja las generalizaciones estáticas.
2. Identificar y expresar sentimientos
Se nos educa para ser “dirigidos por otros” en lugar de estar en contacto con nosotros mismos. Aprendemos a estar “en la cabeza”, preguntándonos: “¿ Qué es lo que piensan los demás que es correcto que yo diga y haga?”.
El coste es muy alto para las familias cuando sus miembros no son capaces de comunicar sus emociones.
Al expresar nuestros sentimientos, es útil emplear palabras que aludan a emociones concretas, en lugar de expresiones vagas o de sentido general. Por ejemplo, si decimos: “me siento bien”, ese sentirse bien podría referirse a sentirse contento, entusiasmado, aliviado, entre otras emociones. Las palabras como bien y mal impiden a quien escucha conectar fácilmente con lo que estamos sintiendo en realidad.
Cuando desarrollamos un vocabulario de sentimientos que nos permite nombrar o identificar de manera clara y específica nuestras emociones, nos resulta más fácil conectar con los demás. Permitirnos mostrar nuestra vulnerabilidad al expresar nuestros sentimientos puede ayudarnos a resolver conflictos. La CNV establece una distinción entre la expresión de verdaderos sentimientos y aquellas palabras o expresiones que describen pensamientos, evaluaciones e interpretaciones.
3. Asumir la responsabilidad de nuestros sentimientos
El tercer componente de la CNV es el reconocimiento de las necesidades que hay detrás de nuestros sentimientos.
A las personas no les trastornan las cosas en sí, sino la visión que se hacen de ellas.
Lo que hacen los demás puede ser el estímulo de nuestros sentimientos, pero nunca la causa
Nuestros sentimientos resultan de cómo elegimos tomarnos lo que dicen y hacen los demás, así como de nuestras necesidades y expectativas particulares del momento. Con este tercer componente, se nos invita a asumir la responsabilidad por aquello que hacemos para generar nuestros propios sentimientos.
Todos los juicios, críticas y diagnósticos que emitimos, así como las interpretaciones que hacemos de los demás son expresiones de nuestras propias necesidades.
Los juicios sobre los demás son expresiones alienadas de nuestras propias necesidades no satisfechas
Cuando expresamos nuestras necesidades indirectamente por medio de evaluaciones, interpretaciones e imágenes, lo más probable es que los demás perciban crítica. Y cuando una persona oye cualquier cosa que le suene a crítica, tiende a invertir su energía en la autodefensa o el contraataque. Si deseamos obtener una respuesta compasiva por parte de los demás, sería contraproducente expresar nuestras necesidades interpretando o diagnosticando su comportamiento. En cambio, cuanto más directamente podamos conectar nuestros sentimientos con nuestras necesidades, más fácil será que los demás respondan con compasión. Si expresamos nuestras necesidades, es más probable que se satisfagan Desafortunadamente, a la mayoría de nosotros nunca nos han enseñado a pensar en términos de necesidades. Estamos acostumbrados a pensar en lo que hacen mal los demás cuando nuestras necesidades no se ven satisfechas.
4. Pedir aquello que enriquecería la vida
- Usar un lenguaje afirmativo cuando hagamos peticiones
Las peticiones formuladas con un lenguaje de acción, claro, afirmativo y concreto, revelan lo que verdaderamente queremos. Un lenguaje vago contribuye a crear confusión interna
- Hacer peticiones conscientemente. Si solo expresamos lo que sentimos, nuestro interlocutor puede no ver claro qué queremos que haga
- Peticiones frente a exigencias. Cuando los demás perciben exigencia, ven dos opciones: someterse o rebelarse.
- Definir nuestro objetivo al hacer peticiones Nuestro objetivo es relacionarnos con honestidad y empatía. Cuando los demás tienen la seguridad de que ante todo estamos comprometidos con la calidad de la relación y que esperamos que el proceso satisfaga las necesidades de todos, entonces pueden confiar en que nuestras peticiones son auténticas peticiones y no exigencias camufladas.
Recepción Empática
* La presencia: No nos limitemos a hacer algo, estemos presentes
“Escuchar con los oídos es una cosa. Escuchar con el entendimiento es otra. Pero escuchar con el espíritu no es algo limitado a una sola facultad, la del oído o la de la mente. Exige vaciar todas las facultades. Y cuando las facultades están vacías, es todo el ser el que escucha. Entonces se produce una percepción directa de lo que está ahí ante uno, lo cual jamás podría ser escuchado con el oído o comprendido con la mente”.
- Preguntemos antes de tranquilizar u ofrecer consejo
Suele ser frustrante para alguien que necesita empatía que demos por sentado que lo que quiere es que le tranquilicemos o le demos consejos para “arreglar” las cosas.
Hija: “Soy fea como un sapo”.
Resp Empática:“¿Te sientes frustrada con el aspecto que tienes hoy?”.
Comportamientos comunes que nos impiden estar lo suficientemente presentes como para conectar empáticamente con los demás. He aquí varios ejemplos:
- Aconsejar: “Yo creo que deberías…”, “¿Y cómo es que no…?”.
- Competir: “Eso no es nada. Espera a escuchar lo que me sucedió a mí”.
- Educar: “Esto puede convertirse en una experiencia muy positiva para ti si…”.
- Consolar: “No fue culpa tuya; tú hiciste lo que pudiste”.
- Contar una historia parecida: “Eso me recuerda a una vez que…”.
- Minimizar: “Vamos, ánimo. ¡No es para tanto!”.
- Compadecer: “¡Oh, pobre…!”.
- Interrogar: “¿Cuándo comenzó todo esto?”.
- Explicar: “Te habría llamado, pero…”.
- Corregir: “Así no es como sucedió”.
La comprensión intelectual bloquea la empatía. Con la creencia de que tenemos que “arreglar” las situaciones y hacer que los demás se sientan mejor, nos impedimos estar presentes.
La comunicación que bloquea la compasión
El autor usa la expresión comunicación que aliena de la vida para referirse a dichas formas de comunicación.
1. Los juicios moralistas
Un tipo de comunicación que aliena de la vida es el uso de juicios moralistas que implican error o maldad por parte de las personas que no actúan en armonía con nuestros valores. Dichos juicios pueden verse en comentarios como: “El problema contigo es que eres demasiado egoísta”, “Es una vaga”, “Tienen prejuicios”, “Eso es inapropiado”.
Echar la culpa a alguien, insultarlo, rebajarlo, ponerle etiquetas, criticarlo, hacer comparaciones y emitir diagnósticos son distintas maneras de formular juicios.
La comunicación que aliena de la vida nos atrapa en un mundo de ideas preconcebidas sobre lo que está bien y lo que está mal, un mundo de juicios. Se trata de un lenguaje rico en palabras que establecen clasificaciones y dicotomías respecto a las personas y sus acciones. Cuando hablamos este idioma, juzgamos a los demás y su comportamiento fijándonos en quién es bueno, malo, normal, anormal, responsable, irresponsable, inteligente, ignorante, etc.
Nuestra atención está concentrada en clasificar, analizar y determinar niveles de error, en lugar de en lo que tanto nosotros como los demás necesitamos y no estamos obteniendo. Así, si mi pareja quiere más afecto del que le estoy dando, es “necesitada y dependiente”. Pero si yo quiero más afecto del que ella me da a mí, entonces es “distante e insensible”. Si mi colega presta más atención que yo a los detalles, es “puntilloso y obsesivo”. Por otro lado, si yo presto más atención a los detalles que él, entonces es “descuidado y caótico”. Estoy convencido de que todos los análisis de este tipo que hacemos de otros seres humanos son expresiones trágicas de nuestros propios valores y necesidades. Son trágicas porque cuando expresamos nuestros valores y necesidades de esta forma aumenta la actitud defensiva y la resistencia precisamente en aquellas personas cuyo comportamiento nos preocupa.
La negación de la responsabilidad
Otra clase de comunicación que aliena de la vida es la negación de la responsabilidad. La comunicación que aliena de la vida disminuye nuestra conciencia de que somos responsables de nuestros propios pensamientos, sentimientos y acciones. El uso de la muy común expresión “tener que”, como la de “hay cosas que tengo que hacer, me guste o no”, ilustra cómo la responsabilidad personal de nuestras acciones puede quedar enturbiada por este tipo de discurso
La expresión “hacer sentir”, como en “me haces sentir culpable”, es otro ejemplo de cómo el lenguaje facilita la negación de la responsabilidad personal por nuestros propios sentimientos y pensamientos.
Negamos la responsabilidad por nuestras acciones cuando atribuimos su causa a factores externos a nosotros mismos: Podemos sustituir el lenguaje que implica ausencia de elección por el que reconoce la posibilidad de elegir
Somos peligrosos cuando no somos conscientes de nuestra responsabilidad por cómo nos comportamos, pensamos y sentimos
Por ejemplo: “Tengo que poner notas porque es la política del distrito” podemos sustituirlo por: “Elijo poner notas porque quiero conservar mi puesto de trabajo”.
Otras formas de comunicación que alienan de la vida
- Comunicar nuestros deseos como exigencias es una forma de expresarse que bloquea la compasión. Una exigencia explícita o implícita amenaza a quien la escucha con la culpa y el castigo si no la acata. Es una forma de comunicación muy habitual en nuestra cultura, especialmente por parte de aquellos que ostentan puestos de autoridad.
- Las ideas basadas en el concepto de “merecer” bloquean la comunicación compasiva. La idea de que ciertas acciones merecen recompensa mientras que otras merecen castigo está también asociada con la comunicación que aliena de la vida. Como en el caso de “Él merece que le castiguen por lo que hizo”. Esta manera de pensar presupone maldad en las personas que se comportan de ciertas maneras, y requiere el castigo para lograr que se arrepientan y cambien su comportamiento.
- El lenguaje de la equivocación y el error. En la medida en que las personas son educadas para pensar en términos de juicios moralistas que implican equivocación o maldad, están siendo educadas para buscar fuera de sí mismas.
Cuando estamos en contacto con nuestros sentimientos y necesidades, los seres humanos ya no somos buenos esclavos ni subordinados.
La mayoría de nosotros nos hemos criado hablando un lenguaje que fomenta las etiquetas, las comparaciones, las exigencias y los juicios, en lugar de la conciencia de lo que sentimos y necesitamos. Dicha educación con frecuencia nos lleva a preguntarnos si habrá algo malo en cualquier sentimiento o necesidad que podamos estar experimentando. Aprendemos muy pronto a desconectarnos de lo que pasa en nuestro interior.